Breve historia y evolución de los implantes dentales
Los primeros vestigios que hacen suponer la práctica de
implantes dentales en seres humanos se puede encontrar en los tiempos de la
antigua Fenicia. En mayo de 1862, como
parte de una misión francesa, el Dr. Gaillardot realizó excavaciones cerca de
un sepulcro en la Necrópolis de Sidón, Fenicia, actual Líbano. En dicha tumba,
encontró una prótesis dental que databa del 400 a.C. Contenía dos dientes
tallados en marfil que reemplazaban a dos incisivos y estaban unidos mediante
un alambre de oro de 30 centímetros a cuatro dientes naturales (dos incisivos y
dos caninos) (Skinner, 2012) . Posteriormente, en
1901, el Dr. Charles Torrey, de la Universidad de Yale, encontró una mandíbula
haciendo excavaciones al sur de Saída, cerca de donde el Dr. Gaillardot
encontró la prótesis fenicia. Esta pieza tenía un hilo de oro que encerraba
seis dientes anteriores y los fijaba a la mandíbula (Lemus Cruz L. M., 2009) .
Fig
1.1 Prótesis fenicia de
Gaillardot (izquierda) y prótesis fenicia de Torrey (derecha) (Ilhadeatlantida.tripod, s.f.) .
Se cree que en América los
implantes dentales más antiguos colocados in vivo, pertenecen a los mayas. En
1931, el arqueólogo Wilson Popenoe descubrió una mandíbula en la playa de los
Muertos, Honduras. Esta mandíbula data del año 400 d.C y tiene tres fragmentos
de concha Sagaamote incrustados en los alvéolos de los dientes incisivos. Los
estudios radiológicos posteriores revelaron que dichos fragmentos estaban
rodeados de hueso sano, tal como ocurre con el fenómeno de oseointegración[1]
de los implantes de titanio actuales (Skinner, 2012) (Lemus Cruz L. M., 2009) .
Fig
1.2 Mandíbula
encontrada por Popenoe (Puerto Paranoia, 2010) .
Abulcasis, andaluz islámico, nacido en Córdoba (936),
describió lo que sería un proceso de reimplantación dentaria del siglo X.
Recomendaba reponer los dientes caídos mediante hilos de oro. Posteriormente,
las exigencias de los nobles y militares de alto rango originaron que los
cirujanos barberos recurrieran a la práctica de trasplantes dentales. Para ello
extraían los dientes de donantes soldados, sirvientes o plebeyos y los
implantaban en sus clientes nobles. Una alta tasa de fracasos y el riesgo de
trasmitir enfermedades, les hizo desistir de esta práctica rápidamente (Lemus Cruz L. M., 2009) .
Durante el Renacimiento, Ambroise Paré (1517 – 1590),
probablemente uno de los personajes más influyentes en la odontología. En sus
Obras Completas de 1575, recomendaba, entre otras cosas, el uso de prótesis de
dientes tallados en marfil, las cuales irían unidos a los restantes dientes
gracias a alambres de oro. Posteriormente, Pierre Fauchard (1678-1761), un
cirujano militar residente en París, se interesó por los reimplantes y
trasplantes en los dientes, adelantándose en cuarenta años a John Hunter (1728-1793),
el primer investigador en ortopedia que, entre otras cosas, demostró que el
hueso crecía por dos procesos simultáneos de crecimiento (Ring, 1989) .
En 1789, el cirujano dentista Nicolas Dubois de Chémant
presentó sus prótesis dentales y restauraciones protésicas de porcelana, las
cuales eran bien toleradas. Ese mismo año Luis XVI le autorizó una patente
real. Luego de huir de Francia a Inglaterra en 1792, consiguió una autorización
de 14 años para producir dentaduras de pasta mineral. En 1979, publicó su libro
Disertación sobre dientes artificiales. Por su trabajo, es considerado como el
precursor de la odontología protésica y principal figura hasta el siglo XIX,
cuando Giuseppangelo Fonzi inventó los dientes individuales de porcelana (Ring, 1989) .
Durante los siglos XIX y XX, se llevaron a cabo otros
esfuerzos por mejorar los implantes dentales, es así que, en 1887, Harris logró
implantar una raíz de platino bañada en plomo en un alvéolo creado
artificialmente. En las primeras décadas del siglo XX, R. Payne presentó su
propia técnica de implantación en el III Congreso Dental Internacional (1901)
usando una cápsula de plata en un alvéolo. Ocho años después, Algrave demostró
que la técnica de Harris no podía ser exitosa debido a que la plata es tóxica
para el hueso. En 1910, Greenfield introdujo una cesta de iridio y oro de 24
quilates en un alvéolo dental. Greenfield es considerado como el científico que
documentó las bases de la Implantología moderna en 1915, describiendo desde
normas sanitarias hasta conceptos importantes como la necesidad de que el hueso
y el implante se hayan integrado antes de proseguir con la siguiente etapa (Bartee, 1995) (Perel, 2006) (D A García,
2006) .
Posteriormente, en 1937, algunos
investigadores concluyeron que algunos metales y aleaciones eran mejor
toleradas que las utilizadas hasta el momento. La ausencia de toxicidad en el
Tantalio, Titanio y el Vitalio (aleación de cobalto, cromo y molibdeno) las
hacían las mejores opciones en cuanto implantes en el ser humano (MA Iglesias,
2003) (Bartee, 1995) .
En el año 1946, Strock diseñó un implante en forma de
tornillo de dos etapas que fue implantando sin poste o pilar transmucoso. Dos
años más tarde, Formiggini desarrolló el primer implante de tornillo metálico
en espiral y por ello es considerado como el “Padre de la implantología
endoósea moderna” (Chaturvedi, 2012) .
En Suecia, en la década de los
60, el Dr. Brånemark y su grupo de trabajo descubrieron accidentalmente el
proceso de Oseointegración mientras utilizaban una cámara de observación de Titanio.
Observó que había una adherencia metal-hueso tan fuerte que la unión era firme
e íntima, lo suficiente como para ser el soporte de diferentes tipos de
prótesis, incluidas las de los dientes (Arenas, 2004) (M D Melo,
2006) .
Con base en estos nuevos resultados, se iniciaron estudios en perros
desdentados con prótesis en forma de tornillo. Es así que en 1982, el Dr.
Brånemark presenta el fenómeno de oseointegración y junto con él, su implante de
Titanio con forma de tornillo. Este
implante no sería un prototipo más sino que estaría garantizado por
estudios clínicos de seguimiento y casuísticas acumuladas durante una década.
Con este hecho se dio paso a la denominada Era de la Implantología moderna (J Del Río,
2003) (Bartee, 1995) (Matosian,
2003) .
Sin embargo, los problemas técnicos, como los imprecisos métodos de fresado en
el lugar del implante, no permitieron otorgarle una buena estabilidad inicial y
evitar los espacios vacíos entre el implante y el hueso. A ello se añadía el
problema de que se exponían dichos implantes a carga inmediata[2],
por lo que se aflojaban e incluso se encapsulaban en tejido fibroso (Diago, 2006) (M Newman,
2004) (Moiseiwitsch,
2002) .
Finalmente en 1999, Brånemark y su equipo publicaron los resultados sobre el
concepto de “función inmediata”. Los resultados preliminares arrojaban 98% de
éxito en 50 pacientes y la restauración protésica se completaba en pocas horas (Olof, 1993) (L Malchiodi,
2006) (M Newman, 2004) .
Referencias
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Vertical de Reborde Alveolar. Rev Maxillaris, 6(66):54-62.
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odontología en las cavernas, templos, los hospitales y las universidades. Revista
Clínica Periodoncia, Implantología y Rehabilitación Oral, 5(1), 29-39.
[1] La oseointegración se puede
definir como el anclaje de un implante al hueso capaz de satisfacer las
exigencias clínicas de funcionamiento como pilar de prótesis, transmitiendo las
fuerzas de masticación (oclusales) directamente sobre el tejido óseo, y manteniéndose
fijo en el mismo, de forma asintomática, a lo largo del tiempo y en condiciones
de carga funcional (Guercio E., 2009) .
[2] La Carga Inmediata constituye un
concepto anterior al de la oseointegración en la implantología. Gracias a él se
puede exponer el implante dental al medio oral y someterlo a cargas funcionales
en forma inmediata. Estudios histológicos han demostrado una mejor condición de
la interfase hueso-implante sometida a carga funcional. Factores determinantes
en el éxito de la carga inmediata parecen ser la estabilidad primaria,
reducción de micromovimiento, micro-topografía y longitud de los implantes,
torque de inserción, el tipo de prótesis y la oclusión. Aunque no todos los
pacientes y no todos los lechos anatómicos están indicados para dientes con
carga inmediata, actualmente se ha determinado que la prevención del
micromovimiento es crítica para evitar la formación de tejido fibroso alrededor
del implante, no debiendo ser mayor de 50 o 100 μm (Cindy Liendo,
2009) .
by Javier Céspedes
by Javier Céspedes
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